Fue real. Ya lo creo que fue real. Lo recuerdo perfectamente. Yo estaba ya resignado, haciendo mis cábalas sobre qué jugadores se atreverían a lanzar los penaltis (Xavi, Cesc, Torres... ¿quién más? Villa y Xabi ya en el banco...), tratando de espantar las imágenes de Eloy y Joaquín que se empeñaban en aferrarse a mi mente. Entonces fue cuando Cesc filtró ese pase para Iniesta y éste reventó el balón contra la red. Después no recuerdo mucho más: abrazos, cuerpos rodando por el suelo, rostros desencajados por la alegría, sudor y cerveza, camisetas empapadas en champán. Todas esas imágenes están borrosas, difuminadas. Por eso durante un momento he dudado, he pensado que quizás sí, tal vez fuera todo un sueño e Iniesta nunca llegó a golpear ese balón, puede que llegáramos a los penaltis y una vez más la suerte nos fuera esquiva. Pero después de ver a Camacho celebrando brazos en alto el gol de Iniesta ya no me queda ninguna duda de que aquello tuvo que suceder. Así que no me jodas, no digas que fue un sueño. Por una vez ganaron los buenos y todo fue real. Camacho y yo sabemos que lo fue. Y sí, ya sé que sólo es fútbol, pero algunas veces es la hostia: ¡INIESTA DE MI VIDA!
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