lunes, 16 de febrero de 2015

Nos vamos a separar


Hay un momento en el transcurso de una relación en el que te das cuenta de que todo ha terminado y por delante sólo queda pesar y melancolía, una agonía más o menos larga, más o menos desgarradora. Resulta un instante extremadamente lúcido y a la vez, precisamente por ello, extremadamente doloroso. A partir de entonces, la historia puede durar cinco minutos o incluso varios años, dependiendo del autoengaño y el miedo de cada cual (hay quien aguanta toda la vida; pocas cosas hay más jodidas que el vértigo a la soledad), pero desde ese instante eres consciente de que se acabó, sabes que la relación está muerta y que el punto final es sólo una formalidad dolorosa.