Es posible que en algún sitio estuviera escrito que no era su momento, pero a ellos nadie se molestó en advertírselo. Nadie les previno de lo que les esperaba. Pensaban que en aquel lejano país del sur encontrarían la gloria eterna y se encontraron con aquello. Wayne fue el primero en toparse de bruces con la realidad. Él y sus compatriotas eran favoritos a los ojos de muchos. Tenían un plantel de lujo y un director que, según decían algunos, no conocía el fracaso. Sin embargo, Wayne nunca se encontró cómodo. Acostumbrado durante todo el año a desenvolverse solo en su parcela, con libertad de movimientos, la presencia de un amigo siempre cerca le confundía. Nuestro primer fantástico tuvo que volver a casa con esa cara de niño enfurruñado tan característica en él.
Cristiano fue el siguiente en caer. Él, que al mirarse en el espejo siempre se vio más guapo, más fuerte y mejor que nadie; él, que nunca ha soportado perder ni al billar; él, que esperaba, después de un año en blanco, reivindicarse de nuevo como el indiscutible número uno en el mejor de los escenarios. La cosas parecían rodar bien pero en la primera prueba seria fueron apeados por sus vecinos ibéricos sin atisbo de grandeza por parte de Cristiano y los suyos. Castigo duro para tanta ambición.
Después le llegó el turno a Ricardo, porque Ricardo era su nombre aunque él siempre prefirió aquel apelativo cacofónico con el que se dio a conocer. Lo suyo fue inesperado. Aunque su contribución no era la esperada, ellos eran los grandes favoritos y se esperaba que Ricardo apareciera de un momento a otro desplegando ese antiguo encanto que lo hizo célebre. No fue así y son muchos los que dudan que nuestro hombre vuelva a ser el que un día fue.
Lionel fue el último fantástico en morder el polvo. Se suponía que era su momento. Había alcanzado la madurez necesaria para demostrar sin ningún genero de dudas lo que era un secreto a voces: no había nadie mejor que él. Pero nunca apareció el Lionel de las grandes ocasiones. Puede que la carga de ser el sucesor de dios fuera demasiado pesada. Bien es cierto que eligió mala compañía para tan ilusionante viaje. El caso es que el golpe fue tremendo y Lio ahora quiere olvidar y sueña con volver a divertirse con sus amigos Xavi, Andrés, Pedro y Sergio.
Después de dejar escapar el tren con destino a la inmortalidad, hoy los cuatro observan impotentes en la lejanía cómo unos cuantos aspirantes (un tal Arjen, un tal Wesley, una tal David, un tal Xavi, un tal Mesut, un tal Thomas) se disputan el hueco en el mundo que ellos han dejado. Los cuatro (no tan) fantásticos, mientras, sueñan con volver dentro de cuatro años para conquistar lo que en esta ocasión les fue negado.
1 comentario:
Y un tal Diego (Forlán, claro)...
:)
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