Escondida al final de un recopilatorio de música italiana de los sesenta -el segundo volumen de la interesante serie 'Stasera Shake!'- encontré hace unos días una canción que me sedujo por su ritmo y energía y me intrigó por su explícito título: 'Cocaina'.
En la línea del europop ye-yé de chicas de los años 60 -Italia es una mina en dicho (sub)estilo-, Gianna trata con ligereza y humor un tema peliagudo. La letra es digna de una disparatada comedia disparatada de enredo. Con la inestimable ayuda del traductor de google saco en claro que habla de un tipo que pilla treinta mil (¿liras?) de cocaína. Con las manos en la masa aparece su madre y no tiene más remedio que esconder el material donde primero encuentra: en un tarro de azucar. A alguien se le ocurre preparar un pastel, utilizando inconscientemente la cocaína como ingrediente. Ya tenemos montado el belén.
viernes, 23 de marzo de 2012
jueves, 22 de marzo de 2012
Hablemos de tacones
Anoche, tras terminar el partido Villarreal-Real Madrid, entré en twitter para pulsar el estado de la nación futbolística y ver de qué se hablaba. A los cinco minutos, harto de árbitros, penaltis, expulsiones, robos y villaratos, salí de la red social. Este jaleo insoportable es algo que se repite, cada vez con mayor intensidad, cada vez que juegan Madrid o Barcelona y que está alcanzando últimamente niveles exasperantes, pero anoche colmó mi paciencia, porque a mí lo que en realidad me apetecía era hablar de tacones.
Que nadie se alarme, no pienso ponerme ahora a confesar mis parafilias. El fetichismo lo dejaremos para otro día. El detonante de mis pensamientos fue el primer gol del Madrid, con el fenomenal desmarque y posterior brillante definición de Cristiano Ronaldo, precedido por un oportuno, preciso, sutil, clarividente y maravilloso pase de Ozil con el tacón. Es una pena que un gesto técnico tan bello (y práctico, ojo) como el del alemán pasara inadvertido entre tanto ruido en torno al arbitraje.
Que nadie se alarme, no pienso ponerme ahora a confesar mis parafilias. El fetichismo lo dejaremos para otro día. El detonante de mis pensamientos fue el primer gol del Madrid, con el fenomenal desmarque y posterior brillante definición de Cristiano Ronaldo, precedido por un oportuno, preciso, sutil, clarividente y maravilloso pase de Ozil con el tacón. Es una pena que un gesto técnico tan bello (y práctico, ojo) como el del alemán pasara inadvertido entre tanto ruido en torno al arbitraje.
viernes, 16 de marzo de 2012
Sobre el Athletic y los amores furtivos
Quién sabe si existe el amor para toda la vida. Ese amor eterno del que tanto hablan novelas, películas y, sobre todo, canciones y que es tan difícil encontrar en la vida real. Cada vez resulta más complicado encontrar personas que afirmen haber estado toda la vida enamoradas de la misma persona. Uno escucha a esas parejas ancianas que presumen de ser novios desde su adolescencia y de haber convivido felices durante décadas y siente una incómoda mezcla de ternura y admiración, pensando que está ante algo anómalo, ante una especie en extinción. Este amor único de largo aliento que en las relaciones humanas cada vez nos resulta más extraño y anacrónico es, sin embargo, condición imprescindible para cualquier aficionado al fútbol. Cuando uno es de un equipo de fútbol lo es con todas las consecuencias y hasta el final. Son extraordinariamente raros los casos en que uno decide abandonar el equipo de sus amores y unirse a otra afición. Sin embargo, esto no te impide flirtrear con otros e incluso tener una breve, intensa e inocente aventura.
En mi vida de aficionado han sido varias veces las que he sentido la necesidad de disfrutar de esos breves idilios, encandilado por el estilo y la belleza de determinados equipos. No me malinterpreten, yo siempre amé al equipo al que un día, sabe Dios por qué, decidí seguir y así será hasta el final de mis días, aunque haya tenido épocas en que haya abjurado de él y a veces haya preferido no seguir sus partidos para evitarme disgustos. Pero ha habido a lo largo de mi etapa como futbolero equipos que me han hecho disfrutar enormemente, breves aventuras que me hicieron gozar y entregarme a una fugaz lujuria.
En mi vida de aficionado han sido varias veces las que he sentido la necesidad de disfrutar de esos breves idilios, encandilado por el estilo y la belleza de determinados equipos. No me malinterpreten, yo siempre amé al equipo al que un día, sabe Dios por qué, decidí seguir y así será hasta el final de mis días, aunque haya tenido épocas en que haya abjurado de él y a veces haya preferido no seguir sus partidos para evitarme disgustos. Pero ha habido a lo largo de mi etapa como futbolero equipos que me han hecho disfrutar enormemente, breves aventuras que me hicieron gozar y entregarme a una fugaz lujuria.
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jueves, 15 de marzo de 2012
Arvydas Sabonis
Los más jóvenes lo recordarán con la camiseta de los Portland Trail Blazers, moviéndose con dificultad sobre la cancha, soportando el peso de su maltratadas articulaciones, supliendo con suma inteligencia allá donde el físico ya no alcanzaba. Los que tengan más años guardarán en su memoria la imagen de un gigante esbelto, de bigote rubio y agilidad inusitada, con la camiseta verde del Zalgiris de Kaunas o la roja de la extinta Unión Soviética, maltratando a los pívots españoles, más bajos, más lentos, invariablemente más torpes. Seguramente alguno se acuerde de aquella vez que, jugando con su selección el Torneo de Navidad del Real Madrid, destrozó el tablero al colgarse del aro, ante la inútil y pueril resistencia de Alfonso Del Corral. Otros recordarán su cuerpo, ya castigado por las lesiones, enfundado en la purpúrea camiseta del Fórum Valladolid, recibiendo asistencias de Corbalán y doblando el balón para el tiro exterior de Homicius o Tikhonenko. Y muchos, seguro, se acordarán de la temible pareja interior que formó con Joe Arlauckas en el último Real Madrid campeón de Europa, justo antes de iniciar su tardía aventura americana. A buen seguro que todos lo recordarán como uno de los mejores jugadores que hayan visto jugando al baloncesto, un prodigio de potencia, elegancia, técnica e inteligencia.
Seguir leyendo en El último partido de George Best (Libro de Notas)
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martes, 6 de marzo de 2012
Versiones originales: Save me
Convendremos en que realizar una versión de una canción calcándola punto por punto, consiguiendo una copia exacta de la original, es relativamente sencillo (y alguien incapaz de tocar un instrumento como yo ha de recalcar forzosamente el adverbio relativamente). Basta con empeño y una cierta pericia instrumental. Lo realmente complicado cuando un grupo se enfrenta a la reinterpretación de una canción ajena es aportar algo diferente, conseguir llevársela a su terreno sin dejar por ello de ser reconocible, retorcerla y maquillarla sin llegar a desvirtuarla, despojarla de sus ropajes y vestirla con otros, conservando la esencia. Este tipo de versiones, distintas y novedosas (originales), son las que nos interesan en Versiones originales, la sección que hoy se estrena en Belfast Boy. Para arrancar traemos a la indiscutible reina del soul pasada por el filtro de un injustamente olvidado grupo barcelonés de finales de los 80. Pasen, lean, escuchen y, si gustan, comenten.
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Aretha Franklin |
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miércoles, 29 de febrero de 2012
Casa de citas: ¿Qué fue primero: la música o la tristeza?
"Algunas de mis canciones preferidas: 'Only Love Can Break Your Heart', de Neil Young; 'Last Night I Dreamed That Somebody Loved Me', de los Smiths; 'Call Me', de Aretha Franklin; 'I Don´t Want to Talk About It', de quien sea. Y luego, 'Love Hurts', 'When Love Breaks Down' y 'How Can You Mend a Broken Heart', y también 'The Speed of Sound of Loneliness' y 'She´s Gone', y 'I Just Dont´t Know What to Do with Myself', y qué sé yo. Hay canciones de éstas que he escuchado por término medio al menos una vez por semana (trescientas veces el primer mes, y después de vez en cuando), desde que tenía dieciséis, diecinueve o veintiún años. ¿Cómo no va a dejarte eso magullado por algún sitio? ¿Cómo no te va a convertir eso en una persona fácilmente rompible en mil trocitos cuanto tu primer amor se va al garete? ¿Qué fue primero: la música o la tristeza? ¿Me dio por escuchar música porque estaba triste? ¿O es que estaba triste porque escuchaba música? ¿No te convierten todos esos discos en una persona de tendencia melancólica?
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viernes, 24 de febrero de 2012
Discos para una isla desierta: So tonight that I might see (Mazzy Star)
No recuerdo bien si fue 'So tonight that I might see' (1993) o 'Among my swan' (1996) el primer disco que escuché de Mazzy Star. Eran mediados de los noventa y un amigo me dejó uno de ellos. Sí recuerdo perfectamente que me quedé absolutamente prendado por las melodías al ralentí y la voz de la cantante, así que le inquirí a mi amigo por más datos de la banda y me pasó el otro disco. Con el tiempo me hice también con 'She hangs brightly' (1990), completando así una estupenda trilogía de psicodelia oscura y sosegada, con un pie en el country, otro en el folk y la cabeza en el blues.
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viernes, 17 de febrero de 2012
Canción de viernes: Going Underground (The Jam)
Cuando en 1980 The Jam editaron el single 'Going underground', con 'The Dreams of the children' en la cara B, ya eran un grupo célebre en la escena musical británica. Con cuatro discos a sus espaldas, el trío liderado por ese Ray Davies airado que era Paul Weller ya había publicado un buen puñado de exitosos singles que se habían colado en las listas de éxitos. El primero fue 'In the city' y a él le siguieron otros como 'All around the world', 'Down in the tube station at mighnight', 'Strange town' o 'Etton rifles'. Fueron, sin embargo, la melodía saltarina y el irresistible ritmo de 'Going underground' los responsables del primer número uno de The Jam en las listas británicas, algo que repetirían más tarde con 'Start!', 'Town called malice' y 'Beat surrender', su último single antes de que en 1982 decidieran aplicar una digna eutanasia al grupo, evitando así la lenta agonía de otros tantos.
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jueves, 16 de febrero de 2012
El triple de Solozábal
Barcelona 81 - Real Madrid 83. Ese es el tanteo que señala el marcador del pabellón de Valladolid a falta de 12 segundos para el final. El balón está en las manos de Epi, que debe sacar de banda desde mitad de la cancha. La bola llega a las manos de Nacho Solozábal (doce segundos), que atraviesa botando la línea del centro de la cancha, ante la atenta vigilancia de Jou Llorente. Solozábal pasa a Jiménez (nueve segundos), que se encuentra, de espaldas a la canasta, a la altura de la línea de 6,25. El alero barcelonista se gira, enfrenta el aro sin llegar a amenazar con el tiro y pasa la pelota a Chicho Sibilio (seis segundos), que intenta infructuosamente encontrar posición de lanzamiento con Fernando Martín y Wendell Alexis pegados a su cuerpo como dos ventosas. Sibilio se deshace del ferreo marcaje, bota dos veces (cinco segundos), ve a Solozábal (cuatro segundos) a su derecha libre de marca y le envía el balón. El base del Barça recibe (tres segundos) y se levanta desde la línea de tres puntos (dos segundos) mientras Llorente llega una décima de segundo tarde para entorpecer el lanzamiento. El balón vuela (un segundo)...
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miércoles, 15 de febrero de 2012
Katia y Sergei: amor y muerte en la pista de hielo
Como cualquier otro ámbito laboral, el deporte es un terreno apto para que surja el amor en cualquier momento. Horas y horas de entrenamientos, largos días de concentraciones, meses y años coincidiendo en cualquier rincón del mundo… No es extraño que, cuando uno menos se lo espera, Cupido haga acto de aparición sobre los tacos de salida del tartán, a caballo entre las barras paralelas, botando al otro lado de la red o deslizándose sobre cuchillas en el gélido hielo.
Ekaterina Gordeeva nació en Moscú, capital de la entonces Unión Soviética, en mayo de 1971. Su padre era operador de teletipos del Ejército y su madre, bailarina. Con apenas cuatro años empezó a practicar patinaje sobre hielo. Al no encontrar en Moscú patines para sus diminutos pies, la pequeña Ekaterina se veía obligada a utilizar varios calcetines de relleno para llevar a cabo su afición. Fue así como empezó a desarrollar su pasión por el patinaje, el primer gran amor de su vida.
Seguir leyendo en El último partido de George Best (Libro de Notas)
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