Como cualquier otro ámbito laboral, el deporte es un terreno apto para que surja el amor en cualquier momento. Horas y horas de entrenamientos, largos días de concentraciones, meses y años coincidiendo en cualquier rincón del mundo… No es extraño que, cuando uno menos se lo espera, Cupido haga acto de aparición sobre los tacos de salida del tartán, a caballo entre las barras paralelas, botando al otro lado de la red o deslizándose sobre cuchillas en el gélido hielo.
Ekaterina Gordeeva nació en Moscú, capital de la entonces Unión Soviética, en mayo de 1971. Su padre era operador de teletipos del Ejército y su madre, bailarina. Con apenas cuatro años empezó a practicar patinaje sobre hielo. Al no encontrar en Moscú patines para sus diminutos pies, la pequeña Ekaterina se veía obligada a utilizar varios calcetines de relleno para llevar a cabo su afición. Fue así como empezó a desarrollar su pasión por el patinaje, el primer gran amor de su vida.
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