lunes, 5 de mayo de 2014

Los mismos once cabrones de siempre

"Los lunes siempre pienso en cambiar a diez jugadores, los martes a siete u ocho, los jueves a cuatro, el viernes a dos y el sábado ya pienso que tienen que jugar los mismos cabrones de siempre"
John Benjamin Toshack


Cuando uno se levanta con una resaca horrible, cuesta no creer en la existencia de un dios justiciero. Cuando eres joven te ríes de todo eso (de la resaca y de dios), pero con los años las resacas son cada vez peores y la cosa deja de tener gracia. Las plagas de Egipto, la expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la mujer de Lot convertida en estatua de sal, el diluvio universal y la resaca. No me digan que detrás de todo ello no se adivina al mismo autor intelectual. El mensaje es claro: el crimen se paga. Hay más género negro en el Antiguo Testamento que en las obras completas de Hammett (¿acaso no fue Eva la primera femme fatale?).

Los días de resaca yo los sobrellevo con mucha agua, algo de ibuprofeno, bastante café y música escogida. Como suelen suceder en sábado o domingo, a menudo coinciden con fútbol televisado, y ahí la hemos jodido. El tiqui taca relajante del Barça puede ser compatible con tener la cabeza como un bombo, pero el vértigo del Madrid, ese pimpampum de Ronaldos y Bales, se te acaba metiendo en las sienes. Ese es el legado de Mourinho: agravar mis resacas. Haz algo, Carletto.

Con todo, lo peor no es la resaca en sí, sino recomponerse después. Recoger los trozos de todo tipo que uno se dejó en la noche y devolverlos a su sitio te puede llevar la semana entera, cuando no toda una vida. Hay cosas que, cuando suceden, tienen todo el sentido del mundo. Vistas con la perspectiva del tiempo, sin embargo, se revelan como un terrible error. Para tomar esa perspectiva, a veces bastan tres o cuatro horas de sueño y que la excitación ebria haya cedido su sitio a la resaca. Quien no se haya despertado con la cabeza embotada y, al primer rapto de lucidez, haya pensado ay dios, no ha bebido. Con los años se acostumbra uno a vivir con los ay dioses, incluso les coge cariño. Yo a uno le terminé pidiendo matrimonio.

El domingo, con la cabeza estallando y acosado por la melancolía y el remordimiento, te juras a ti mismo no volver a probar el alcohol. A la altura del miércoles piensas que unas cervezas viendo la Champions nunca hicieron daño a nadie. Llega el viernes y juegan los mismos once cabrones de siempre.

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1 comentario:

supersalvajuan dijo...

En Murcia se cubrió de gloria.

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