A Super 8, como a todas las cosas importantes de mi vida, llegué un poco tarde. Pero, como también sucede con todas las cosas importantes de mi vida, ya me ha sido imposible abandonarlo. Hay discos a los que uno vuelve una y otra vez porque se lo pide el cuerpo, porque no tiene más remedio. Hace poco hablaba de El Niño Gusano. Ahora hablaré (poco, no se me asusten) del debut de Los Planetas, que estos días cumple 20 años. El disco que cambió el rock patrio, según titula Rolling Stone, donde Florent analiza lacónicamente, canción a canción, el álbum. El titular es exagerado, claro, pero para mí, y para un montón de gente de mi generación, tiene todo el sentido del mundo.
En momentos de zozobra se refugia uno en la comodidad de lo familiar, en las cosas que conoció cuando había tanto aún por conocer, en aquello que te emocionó cuando eras fácilmente emocionable. Por eso vuelvo a Super 8 como vuelvo a Rid of me, I can hear the heart beating as one, Automatic for the people, Un soplo en el corazón o Different Class; como vuelvo a los discos de Bowie o los Kinks, que descubrí (devoré) algo después, a los relatos de Cortázar o a las pelis de Wilder. Porque, aunque haya tanto que descubrir ahí afuera, a veces se está tan bien en casa.
1 comentario:
Yo también llegué algo tarde, pero un buen amigo me introdujo en el mundo de Los Planetas, un buen día (ja) y desde entonces no he podido salir de el.
Para mi los mejores letristas del pop rock español.
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