jueves, 28 de mayo de 2015

Encadenados: una historia de amor convencional


Si se mira bien, la de Encadenados (Notorious, 1946) es una historia de amor de lo más convencional. El resto es secundario: la trama de espionaje, el uranio como McGuffin (un año antes de Hiroshima, ojo), la ambientación en la alta sociedad de Río de Janeiro, el progresivo envenenamiento, el pérfido nazi enamorado perdidamente (magistral Claude Rains), la madre controladora (como la señora Bates, pero algo menos ajada). Todo ello es accesorio, un decorado necesario y maravilloso. Lo verdaderamente, lo únicamente importante de la película es el idilio frustrado entre Alicia Huberman y Devlin, encarnados por Ingrid Bergman y Cary Grant, guapísimos y maravillosos los dos; imposible encontrar reparto más adecuado.

Se trata, sobre todo, de la historia de un hombre que se debate entre el amor y el deber, entre el amor y el orgullo, entre el amor y la desconfianza, entre el amor y un retorcido sentido de la responsabilidad; un hombre que está a punto de mandar todo a la mierda por no decir dos palabras en el momento preciso. Por qué no me dijiste que me querías, pregunta Alicia ya casi al final. Y es que a veces cuesta tanto decir te quiero.

Hay en el film dos escenas magníficas que ilustran las dos caras del amor. La primera sucede al principio, cuando Alicia y Devlin están iniciando su idilio. La pareja está en la terraza del apartamento de Alicia y empiezan a besarse mientras se susurran frases aparentemente intrascendentes. Ambos se mueven lentamente hacia el interior del apartamento, sin despegarse, sin dejar de besarse, planeando la preparación de una cena que en realidad significa algo más. Hitchcock logró en esa esa escena el mejor beso de la historia del cine, dos minutos y medio largos de intimidad, ternura y pasión. Un beso prolongado e intermitente, debido a que la censura no permitía que los besos superaran cierta duración, y eso lo hace aún más genial, más intenso y verdadero.

La escena retrata de manera magistral el inicio del amor, ese momento en que ha surgido algo entre dos personas y todo parece maravilloso, ese instante mágico en que se mezclan ilusión, incertidumbre y deseo. Hay más sensualidad en ese travelling desde la terraza a la puerta del apartamento que en todos los servidores de youporn.

La segunda escena, hacia el final del metraje, nos encoge el corazón. Alicia, con claros síntomas ya de envenenamiento, se encuentra con Devlin para informarle sobre la evolución de su trabajo. Él le pregunta por su deplorable aspecto y ella, dolida y despechada, atribuye su estado a los efectos de la resaca. Devlin entonces le reprocha su comportamiento de la manera más dolorosa, con sarcasmo. Esa escena plasma el reverso oscuro del amor: la desconfianza, el orgullo herido, los celos.

La de Encadenados es la historia de amor más conseguida de Hitchcock y, quizás por eso, mi película favorita del director inglés. Es la historia de dos personas que se aman, pero a las que separan la cobardía, las dudas, el despecho y los celos. Nada que no esté pasando ahora mismo en cualquier rincón del mundo. Y ese es precisamente su secreto.

El mago del suspense vuelve aquí a hacer honor a su apelativo. Pero la verdadera intriga no consiste en saber qué traman los nazis, ni dónde se encuentra la mina de uranio, ni si los malvados serán detenidos antes de que logren sus propósitos. Ni siquiera si el veneno terminará resultando fatal. Lo que realmente nos tiene a los espectadores en vilo durante hora y media es descubrir si el idiota de Devlin dirá al fin te quiero.

3 comentarios:

Josete dijo...

Tomo nota. De vez en cuando viene bien no perder la esencia del cine clásico. La añado a la lista de films de este tipo por ver.
Buena entrada. Saludos crack.

Beronikes dijo...

Cuando mi hermano comenzó la universidad soñaba con ser director de cine. Supongo que no era una pretensión real. Tener un único hermano, cinco años mayor, hace que admires la mayor parte de las cosas que él admira, porque en realidad a quien admiras es a él. Así, una adolescente de trece años, admiraba a Larry Bird y al Doctor J, era del Ron Negrita Juventut y empezó a ver el cine (por no hablar de la música) de otra forma, más allá del entretenimiento. Confieso que también tienen mucho que ver los paquetes enormes de patatas fritas que mi hermano compraba para ver los partidos y las películas y que compartía conmigo, claro. También está el hecho de que los hermanos Jofresa me parecían muy guapos, que también fui una adolescente de Superpop y Sensación de vivir, todo hay que decirlo.

El caso es que, El cine según Hitchcock, que la Jot Down ofrece ahora junto a su revista, pasó por mis manos hace muchos años, puesto que como no podía ser de otra manera, mi hermano sentía pasión por ambos directores: Hitchcock, y Truffaut, y por extensión, yo también. Aquella época de mi vida, desde la adolescencia hasta que dejé de ser una adulta joven para convertirme en una adulta no tan joven, algo que no sé muy bien cómo y cuándo coño ha ocurrido... Aquella época de mi vida, iba diciendo, ha sido sin duda el momento en el que más cine he consumido. Cine, música, letras... supongo que como todos, tampoco tiene nada de especial.

Y acabo de caer en la cuenta de que esto iba a ser un comentario a la entrada de un blog y lo estoy convirtiendo en una biblia. Entre mis preferidas de Hitchock destaco Vértigo, La ventana indiscreta o La soga, porque a mí de James Stewart me gustan hasta los andares.

Los motivos por los que Encadenados nunca ha llegado a gustarme del todo, tienen que ver con la sensación que tuve la primera vez que la vi. En mi vida fue antes Casablanca que Encadenados, y la primera vez que vi Encadenados, inevitablemente la presencia de Ingrid Bergman y Claude Rains me recordaba a Casablanca, por no hablar de la historia de amor que, me parecía, me sigue pareciendo que tiene sus similitudes. Dices que “Se trata, sobre todo, de la historia de un hombre que se debate entre el amor y el deber, entre el amor y el orgullo, entre el amor y la desconfianza, entre el amor y un retorcido sentido de la responsabilidad” y eso es muy Casablanca. En Notorius yo creo que se trata aún más del orgullo y la desconfianza que del deber o el sentido de la responsabilidad, lo que a su vez, como dices en algún otro momento, hace la historia de amor mucho más real.

Cuando tiempo después descubría que Casablanca se estrenó 4 años antes que Notorius, me sentí un poco timada, como si Hitchcock hubiera utilizado una fórmula que sabía que funcionaría. Yo que sé. Si es que, hasta Cary Grant me parece que hace, en realidad, un papel muy Humphrey Bogart.

Y luego está la historia de amor en sí misma. Aunque como dices, no sabemos si el veneno terminará resultando fatal, en realidad se trata de un final feliz, y no es que tenga nada en contra de los finales felices, pero sí recuerdo haber tenido la sensación de “hala, ¿ya está?, ¿así de fácil?, ¿con todo lo que hemos pasado hasta aquí?” no sé si me explico, me pareció fácil.



He de reconocer que tras leer tu post he revisionado la película y la he visto de otra manera, has conseguido enriquecérmela, pero…

Y ahora dónde meto yo lo de Tener y no Tener… como me vaya a la otra entrada vuelvo a escribir otra biblia. Pero mira, es tan cierto que Bogart-Bacall son una pareja tan potente y que funciona tan bien… que no hay comparación posible. También tienen muchas cosas en común, tienes razón, sin embargo a mí, nunca me recordó a Casablanca.

Supongo que en estas cosas tiene tanta importancia la visión subjetiva de cada uno… la manera en que nos identificamos con uno u otro personaje, una u otra situación…

Lamento el comentario tan extenso, es un defecto que no acabo de ser capaz de corregir.

Y enhorabuena por ambas entradas. Una maravilla

Unknown dijo...

Josete: Dale una oportunidad a Encadenados, aunque sólo sea por lo guapísima que está en la película Ingrid Bergman. Verás como no te decepciona :)

Beronikes: No lamentes la extensión, porque el comentario es maravilloso, de los que aportan a veces más que el propio texto. Muchas gracias por dedicar tu tiempo a leer el post y a aportar tu visión. Nunca había pensado mucho en las similitudes entre Notorius y Casablanca, aunque es evidente que las hay, más allá de la figura de Ingrid Bergman. Al fin y al cabo, lo que hace tan maravillosas a ambas películas es que las historias de amor sean tan reales, tan creíbles, aunque estén situadas en escenarios nada convencionales. Independientemente del marco y la trama, los sentimientos son los que hemos vivido todos: dudas, despecho, celos, orgullo.

Entiendo tu decepción con el final, pero creo que no podía ser de otra forma. Una cosa es sacrificarse y dejar marchar a la chica con un buen tío como Laszlo, pensando en lo mejor para ella, y otra dejarla en manos de los nazis :)

Muchas gracias de nuevo por el comentario. Da gusto tener lectores así.

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