Poseía una de las mejores voces de la historia de la música, dulce y áspera a un tiempo. Una voz de lija y seda, que podía ser suave y tierna, pero también desgarradora y estremecedora. Una voz prodigiosa ante la que es imposible no emocionarse. Una voz que te acaricia el corazón y te araña el hígado. La voz de Etta James.
Como sucede con la mayoría de artistas negros de la época, no fue fácil la vida de Jamesetta Hawkins, nacida en Los Ángeles el 25 de enero de 1938. Su madre quedó embarazada de ella siendo una adolescente de 14 años y Etta nunca llegó a conocer a su padre, aunque ella sospechaba que era Rudolf Wanderone, el famoso jugador de billar conocido como Minnesota Fats. Wanderone siempre reclamó ser el modelo que inspiró a los guionistas de El buscavidas para el personaje de Minnesota Fats, aunque todo indica que fue él en realidad el que cambió su apodo (en principio se hacía llamar New York Fats) tras ver la película, buscando notoriedad.
En medio de una dura infancia, entre niñeras y apariciones guadianescas de su madre, la niña Jamesetta empezó a los 5 años a cantar gospel en su iglesia, dejando maravillados, cuentan, a todo el que acudía por allí. A los 14 años, cuando formaba parte del trío vocal Peaches, fue descubierta por Johnny Otis (fallecido también hace unos días), quien la introdujo en la industria de la música y produjo sus primeras canciones. Fue Otis quien transformó a Jamesetta Hawkins en Etta James. En 1960 Etta firma por el sello de Chicago Chess Records, la casa que dio acogida al blues eléctrico y al rock'n'roll seminal de Muddy Waters, Little Walter, Chuck Berry, Howlin Wolf' y Bo Diddley. Una decisión, a la postre, crucial para su carrera.
En la discográfica de los hermanos Chess vivió Etta sus años de mayor gloria. Fueron días fructíferos, de éxito y fama, grabando grandes canciones ('At last', 'I just want to make love to you', 'I'd rather go blind'...) y discos inmortales (el majestuoso 'At Last!', el radiante 'Tell Mamma'). Pero fueron también años de excesos, de abuso de alcohol y drogas, rozando el precipicio físico y emocional.
Tras morir Leonard Chess en 1969, la discográfica empezó un triste declinar, y la carrera de Etta también, aunque no dejó de grabar discos y actuar en directo hasta que su salud se lo permitió (padecía leucemia y alzheimer). Su último álbum, 'The Dreamer', fue publicado el pasado mes de noviembre. Ahora lloverán recopilatorios y homenajes de todo tipo, pero durante las últimas décadas público e industria habían dado la espalda a Etta, mientras encumbraban a diosas soul prefabricadas, de piel tersa y deslumbrante belleza, incapaces de arrancar la más mínima emoción.
Etta James falleció ayer, a cinco días de cumplir 74 años, pero su voz nos acompañará para siempre. Porque seguiremos recurriendo a ella cuando queramos estremecernos con 'All I could do is cry', animarnos con 'Seven day fool' o 'Tell Mamma' o sentir el ramalazo de la melancolía con 'I'd rather go blind'. Cuando, en definitiva, queramos sentir.
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