domingo, 14 de agosto de 2011

Las dos goleadas de Laudrup

Arrancaba el año 1994. El Barcelona de Cruyff se encontraba en un ciclo triunfal que le había llevado a ganar tres ligas consecutivas y la Copa de Europa de 1992. El Real Madrid, por su parte, vivía una época de inestabilidad e incertidumbre, desnortado tras el declive de la Quinta del Buitre y sonado por el mazazo de las dos ligas perdidas en Tenerife, sin ser capaz Mendoza, con su errática política de fichajes, de enderezar el rumbo.

A dos puntos del Barcelona y cuatro del Deportivo, líder, se presentó el equipo que entonces entrenaba Benito Floro en el Camp Nou el 8 de enero, dispuesto a virar el rumbo de los acontecimientos de los últimos años. Pero no fue así. El Madrid duró 24 minutos, el tiempo que tardó Romario en romperle la cintura a Alkorta, una jugada que perseguirá al central vasco hasta la eternidad. El primer tiempo terminó con el 1-0, pero en la reanudación los goles fueron cayendo como fruta madura: uno de Koeman, otros dos de Romario e incluso uno de Iván Iglesias, uno de esos fichajes en plan boutade tan típicos del último Cruyff. 5-0 fue el marcador final. El Madrid salía de Barcelona vencido y humillado y Floro, herido de muerte. Dos meses después, tras una derrota en Lleida, el técnico era destituido.

El Barcelona se encontraba en la cresta de la ola. Ganador de cuatro ligas seguidas (tras vencer en aquel campeonato 93-94), sólo la derrota en la final de Atenas contra el Milán emborronaba un poco el paisaje. Sucede que en el mundo del fútbol, en ocasiones, los acontecimientos dan vuelcos insospechados y la revancha no tarda en presentarse. Un año menos un día, en este caso concreto.

El 7 de enero de 1995, el Real Madrid recibía a los blaugranas en su feudo. La situación era bastante diferente a la de un año antes. El equipo madridista llegaba líder, con cuatro puntos de ventaja sobre el Barça, cuarto en la tabla. Mendoza había confiado el mando del banquillo a Jorge Valdano, y el equipo y la grada habían recuperado sensaciones que no se vivían desde los años gloriosos de la Quinta del Buitre. Era aquel un Madrid exquisito, pero también eficaz. Aquello duró poco, pero esa es otra historia.

Los blancos salieron al césped voraces, clamando su venganza, tanto que a los 39 minutos Zamorano ya había perforado tres veces la meta de Busquets. En el segundo tiempo, el Madrid no cejó hasta consumar la revancha. Primero Luis Enrique (antes de convertirse en el enemigo número uno del madridismo) y después Amavisca sellaron el definitivo 5-0. La afrenta estaba cobrada. El Madrid se encaminaba derecho hacia su  26º título de Liga y el Barcelona hacia la descomposición.

Fueron muchos los jugadores que vivieron aquellas dos goleadas, desde uno u otro bando. Pero sólo uno de ellos estuvo en el equipo vencedor en ambos partidos. Michael Laudrup había abandonado el club blaugrana en 1995, harto de la incomprensión de su entrenador. En aquella época sólo se podían alinear tres extranjeros a la vez en el campo, aunque los equipos podían tener cuatro en plantilla. El póquer que poseía Cruyff era envidiable -Koeman, Stoichkov, Laudrup y Romario- y la decisión cada jornada era harto complicada. Laudrup había sido una de las estrellas del equipo desde que llegó en 1989, pero la llegada de Romario en el verano del 93 le había hecho perder progresivamente protagonismo. Precisamente, en la goleada del Camp Nou, Laudrup fue suplente y solamente saltó al campo en el segundo tiempo. Pero la gota que colmó el vaso para el jugador fue tener que presenciar la final de la Copa de Europa contra el Milan desde la grada. Mendoza aprovechó el disgusto del jugador, que finalizaba contrato, y lo fichó para el nuevo proyecto blanco. El danés dejó innumerables muestras de su clase en el Bernabéu y fue uno de los  responsables de la consecución del título de Liga, dando, por cierto, un recital la noche del 5-0 en el Bernabéu.

Aquella goleada, por tanto, no fue sólo la venganza de un equipo frente su eterno rival. También hubo algo de venganza de un jugador hacia el entrenador que, en cierto modo, lo había menospreciado.

4 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Esos pases...

Javimetal dijo...

Los dos jugadores que más me impresionaron de la década fueron, precisamente, los dos que cambiaron ambos equipos: Luis Enrique y Laudrup. Creo que por garra de uno y la clase del otro me gusta tanto como jugador Fábregas...

Andrés Moreno Galindo dijo...

La verdad es que el 5-0 en el campo del Madrid fue un mazazo, aunque realmente el declive del Barça había comenzado con el 4-0 de Atenas. Y luego ya vino la época de la delantera que descendió al Espanyol (korneiev y Escaich) y en general de cierta actitud pasotil en la última época de Cruyff, ya consciente de que tenía sus días en el Barça contados. Ufff, Luis Enrique marcando para el Madrid, parece un mundo alternativo, jajaja. Buen artículo (como siempre).

Javier Martín dijo...

Javimetal: Luis Enrique fue un jugador con una evolución tremenda. Siempre fue un tío muy dinámico y tal, pero en sus últimos años aprendió a leer el juego, a asociarse, a llegar desde segunda línea en el momento preciso. Aprendió a jugar.

Hank: Es cierto que a día de hoy, con la perspectiva del tiempo, Atenas fue el certificado de defunción del Dream Team. Pero me da la impresión -corrígeme si me equivoco- de que en su día fue visto más como un accidente que como un fin de ciclo. No en vano el equipo acababa de ganar la Liga y jugar la final de la Champions. Un par de retoques y listo. Sin embargo, el 5-0 del Bernabéu creo que fue la constatación del final de una era. El eterno rival le había humillado empleando sus armas. Fin del sueño.

Mil gracias a todos por vuestros comentarios.

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