
A dos puntos del Barcelona y cuatro del Deportivo, líder, se presentó el equipo que entonces entrenaba Benito Floro en el Camp Nou el 8 de enero, dispuesto a virar el rumbo de los acontecimientos de los últimos años. Pero no fue así. El Madrid duró 24 minutos, el tiempo que tardó Romario en romperle la cintura a Alkorta, una jugada que perseguirá al central vasco hasta la eternidad. El primer tiempo terminó con el 1-0, pero en la reanudación los goles fueron cayendo como fruta madura: uno de Koeman, otros dos de Romario e incluso uno de Iván Iglesias, uno de esos fichajes en plan boutade tan típicos del último Cruyff. 5-0 fue el marcador final. El Madrid salía de Barcelona vencido y humillado y Floro, herido de muerte. Dos meses después, tras una derrota en Lleida, el técnico era destituido.
El Barcelona se encontraba en la cresta de la ola. Ganador de cuatro ligas seguidas (tras vencer en aquel campeonato 93-94), sólo la derrota en la final de Atenas contra el Milán emborronaba un poco el paisaje. Sucede que en el mundo del fútbol, en ocasiones, los acontecimientos dan vuelcos insospechados y la revancha no tarda en presentarse. Un año menos un día, en este caso concreto.
El 7 de enero de 1995, el Real Madrid recibía a los blaugranas en su feudo. La situación era bastante diferente a la de un año antes. El equipo madridista llegaba líder, con cuatro puntos de ventaja sobre el Barça, cuarto en la tabla. Mendoza había confiado el mando del banquillo a Jorge Valdano, y el equipo y la grada habían recuperado sensaciones que no se vivían desde los años gloriosos de la Quinta del Buitre. Era aquel un Madrid exquisito, pero también eficaz. Aquello duró poco, pero esa es otra historia.
Los blancos salieron al césped voraces, clamando su venganza, tanto que a los 39 minutos Zamorano ya había perforado tres veces la meta de Busquets. En el segundo tiempo, el Madrid no cejó hasta consumar la revancha. Primero Luis Enrique (antes de convertirse en el enemigo número uno del madridismo) y después Amavisca sellaron el definitivo 5-0. La afrenta estaba cobrada. El Madrid se encaminaba derecho hacia su 26º título de Liga y el Barcelona hacia la descomposición.

Aquella goleada, por tanto, no fue sólo la venganza de un equipo frente su eterno rival. También hubo algo de venganza de un jugador hacia el entrenador que, en cierto modo, lo había menospreciado.
4 comentarios:
Esos pases...
Los dos jugadores que más me impresionaron de la década fueron, precisamente, los dos que cambiaron ambos equipos: Luis Enrique y Laudrup. Creo que por garra de uno y la clase del otro me gusta tanto como jugador Fábregas...
La verdad es que el 5-0 en el campo del Madrid fue un mazazo, aunque realmente el declive del Barça había comenzado con el 4-0 de Atenas. Y luego ya vino la época de la delantera que descendió al Espanyol (korneiev y Escaich) y en general de cierta actitud pasotil en la última época de Cruyff, ya consciente de que tenía sus días en el Barça contados. Ufff, Luis Enrique marcando para el Madrid, parece un mundo alternativo, jajaja. Buen artículo (como siempre).
Javimetal: Luis Enrique fue un jugador con una evolución tremenda. Siempre fue un tío muy dinámico y tal, pero en sus últimos años aprendió a leer el juego, a asociarse, a llegar desde segunda línea en el momento preciso. Aprendió a jugar.
Hank: Es cierto que a día de hoy, con la perspectiva del tiempo, Atenas fue el certificado de defunción del Dream Team. Pero me da la impresión -corrígeme si me equivoco- de que en su día fue visto más como un accidente que como un fin de ciclo. No en vano el equipo acababa de ganar la Liga y jugar la final de la Champions. Un par de retoques y listo. Sin embargo, el 5-0 del Bernabéu creo que fue la constatación del final de una era. El eterno rival le había humillado empleando sus armas. Fin del sueño.
Mil gracias a todos por vuestros comentarios.
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