Foto: AOK Library & Gallery, UMBC (licencia CC) |
Redding lleva la canción al terreno del soul bailable, con una interpretación apasionada y unos irresistibles metales, encargados de colorear uno de los riffs más famosos de la historia del rock. Cuentan que la idea de interpretar el riff principal con metales ya estaba en la cabeza de Keith Richard a la hora de grabar la canción, pero finalmente no fructificó. Redding consigue hacer propia la canción, inyectándole una dosis extra de energía, sin que por ello deje de ser perfectamente reconocible. Todo ello da como resultado una versión extraordinaria y adictiva, capaz de resucitar a un muerto. Carne de pista de baile. Tan buena es la relectura que los propios Stones quedaron asombrados al escucharla y llegaron a reconocer que era mejor que la original. La letra no es exactamente igual a la de la canción de los Rolling Stones. Otis no la conocía al completo y fue improvisando en la grabación, introduciendo versos de su propia cosecha aquí y allá.
En directo la canción iba un poco más allá. Era aún más explosiva, desgarrada y frenética, con la banda acelerando hasta el éxtasis conforme se aproximaba al final, mientras la espigada silueta de Otis era presa de esos movimientos espasmódicos que le hicieron célebre en el escenario.
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