Nuñez había contratado a Cruyff en 1988 para intentar terminar con el dominio del Madrid de la Quinta del Buitre. En su primer año consiguió la Recopa, pero en el campeonato doméstico no pudo con el intratable equipo blanco. La termporada 1989/1990 no fue mejor y, tras una derrota en Castellón, los azulgranas quedaron descolgados de la lucha contra el Madrid de Toshack, que terminaría batiendo récords goleadores. Si a esto unimos la eliminación en octavos de final de la Recopa ante el Anderlecht, la final de Copa era el clavo ardiendo al que se agarraban los azulgranas. Al partido se llegó con el entrenador holandés en la cuerda floja, con los nombres de Menotti y Luis Aragonés flotando en el aire. El gatillo fácil de Nuñez hasta la fecha a la hora de tumbar entrenadores no presagiaba tranquilidad para Cruyff en caso de terminar el año en blanco.
El bloque del Real Madrid que jugó aquella final estaba formado aún por la base del equipo que dominó en España durante la segunda mitad de la década de los ochenta, con las aportaciones de Schuster y un juvenil Fernando Hierro. En el Barcelona, por su parte, ya estaban la mayoría de los hombres que terminarían haciendo historia con el Dream Team: Zubizarreta, Eusebio, Bakero, Beguiristáin, Koeman, Laudrup, Amor y Salinas.
Cuentan las crónicas que la final no tuvo mucho fútbol y que se resolvió gracias a la mayor contundencia del Barça y a la pobre propuesta del Madrid, que jugó toda la segunda parte con un jugador menos después de que García de Loza expulsara a Fernando Hierro en una polémica decisión. Amor y Julio Salinas marcaron los goles que dieron la victoria al club catalán. Una victoria que aplacó los ánimos de la directiva azulgrana y alejó los fantasmas de la destitución del entrenador. Lo que ocurrió después es de sobra conocido: el Barça, con Cruyff en el banquillo, inició una época dorada en la que ganó cuatro ligas y una Copa de Europa, mientras el Madrid comenzaba su particular travesía del desierto. Aquel partido marcó un punto de inflexión en la trayectoria de los dos clubes, que a partir de entonces cambiaron sus roles.
(Se recomienda quitar el volumen)
21 años después los dos grandes clubes españoles volverán a enfrentarse en una final de Copa. Será el próximo 20 de abril y esta vez la situación es completamente distinta. El Barça es el equipo dominador y el puesto de su entrenador, renovado recientemente, no corre ningún peligro. Esta vez es el Real Madrid el que está necesitado de un título para aliviar años de sequía. Aunque la posición de Mourinho parece relativamente firme, no es descabellado pensar que un año sin títulos podría significar su salida del Bernabéu. Aunque, quién sabe, quizás, como hace 21 años, este partido suponga un cambio de ciclo, el fin de un imperio y el principio de otro. Parece poco probable pero también lo parecía hace dos décadas cuando los blancos batían récords goleadores y Cruyff era discutido en Barcelona.
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1 comentario:
No se puede negar una cosa evidente del fútbol: hay pocas cosas con tanta potencia para cambiar con un "nimio detalle nimio".
Un copa no es una cosa pequeña, pero vista así, con el tiempo...
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