Sucedió hace más de una década, el 22 de abril del año 2000. El Madrid acababa de lograr una victoria sublime en Manchester el día en que a Redondo se le ocurrió acercarse al área contraria y pisar la línea de fondo. En Liga las cosas no les iban tan bien a los blancos (estaban a cinco puntos del Deportivo de La Coruña, líder), pero la visita del modesto Racing de Santander al Bernabéu no debía presentar en teoría mayores complicaciones a un equipo que venía de impresionar en uno de los escenarios más majestuosos del fútbol mundial. En teoría.
La realidad fue bien distinta y gran parte de culpa la tuvo un pequeño delantero cántabro de 24 años que volvió loca a la zaga blanca con su velocidad, desborde y regate. Aunque no marcó aquella tarde, Pedro Munitis dio dos pases de gol y tuvo una actuación sobresaliente liderando la victoria del Racing en el Bernabéu por 2-4. Había nacido una estrella.
Con la vieja máxima de "si no puedes con tu enemigo únete a él", adaptada para la ocasión en "si no puedes con tu enemigo únelo a ti", Lorenzo Sanz no tardó en entablar negociaciones con el Racing para fichar a Munitis de cara al nuevo Madrid 2000/01, proyecto que él ya no encabezaría, aunque eso era algo que Sanz en ese momento estaba muy lejos de sospechar.
Aquel verano Munitis fue convocado por Camacho para jugar una Eurocopa que pasaría a la historia en el imaginario patrio por los sobacos sudados de Camacho, el penalti a las nubes de Raúl contra Francia y el épico gol de Alfonso contra Yugoslavia. Precisamente en aquel encuentro contra los balcánicos marcó el delantero santanderino un precioso gol por la escuadra tras un toque sutil desde el borde del área. Munitis llegó como el último de la fila y terminó siendo titular en el decisivo choque de cuartos contra Francia. Luego llegó el invierno, la nueva temporada en un Madrid donde Florentino acababa aterrizar con Figo bajo el brazo (o al contrario, todavía no lo tengo muy claro). En los dos años que Munitis vistió (poco) de blanco apenas recordó al habilidoso y veloz jugador que deslumbrara en el Racing. Siempre imaginé a Munitis codeándose en los entrenamientos con Figo, Zidane, Raúl, Roberto Carlos, Guti y compañía y viéndose a sí mismo como una suerte de patito feo en un mundo habitado por bellos y esbeltos cisnes. Mal encajaba él en el glamuroso Madrid galáctico que se empezaba a construir.
Munitis volvió en 2002 a Santander en calidad de cedido, fue traspasado al Deportivo de La Coruña un año más tarde y recaló definitivamente en el Racing en 2006, donde volvió a vivir días de gloria formando pareja en la delantera con Zigic (alguna mente preclara los bautizó como "el dúo sacapuntos" en un alarde de originalidad). Una trayectoria apreciable, aunque quizás lejos de las cotas que se podían atisbar cuando el Madrid fijó su mirada en él.
El pasado verano Munitis y el Racing acordaron prolongar durante una temporada el contrato que expiraba en junio. A sus 36 años, es lógico pensar que esta sea su última temporada en Primera División. Es obvio que ya no es el titular indiscutible de antaño, pero aún puede ser una pieza útil para Héctor Cúper.
Anoche, cuando en el minuto 68 Munitis saltó al césped de El Sardinero en sustitución de Stuani, yo lo vi claro. Imaginé al menudo delantero cántabro volviendo locos a Carvalho y Varane como hace más de una década había hecho con Iván Campo y Karanka (puede que, en el banquillo, el segundo de Mourinho también recordara aquel partido y un escalofrío recorriera su columna vertebral al ver a Munitis despojarse del chándal). Lo visualicé corriendo cual guepardo detrás de un balón servido en profundidad, aprovechando las espaldas de los centrales de un Madrid que se volcaba en esos últimos minutos con mucho desorden y poco concierto. Entonces Munitis controlaría el balón, encararía a Casillas, levantaría la cabeza y pondría el balón muy pegadito al palo para meter el gol que no pudo marcar aquella noche de abril once años atrás, cerrando así el círculo abierto aquel día en El Sardinero y poniendo un broche impecable a su longeva trayectoria. Sería una historia bonita para contar en una entrada en el blog, pensé.
Nada de eso ocurrió. Munitis pasó desapercibido y ni siquiera tuvo oportunidad de chutar a puerta en los 25 minutos que estuvo en el campo. El círculo sigue abierto (quizás en la vuelta en el Bernabéu...) y yo me quedé sin historia que contar.
3 comentarios:
Grande Pedrito! Cuando vino para el depor, yo me rei, pero aun nos dio bastante futbol en A Coruña, la verdad...
Joer que foto! parece un "chavea". Ultimamente pensaba que Munitis nunca fué joven. :)
Los sobacos de Camacho entraron en el imaginario colectivo gracias al Mundial 2002.
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