viernes, 8 de abril de 2011

De la alegría de Juanito a las celebraciones de diseño

Aunque ya conocía la escena, desde que la volví a ver hace unas semanas, en uno de esos partidos de leyenda que Marca TV emite en la sobremesa, no me la puedo quitar la de la cabeza. Se trata de Juan Gómez, el mítico Juanito, recorriendo el césped del Bernabéu dando brincos de alegría mientras se dirige exultante hacia la banda para ser sustituido. Lo fascinante de la imagen es que tras los saltos y gestos de Juanito se aprecia una alegría pura e incontenible, un júbilo que, imposible de reprimir, estalla a borbotones.

El entusiasmo de Juanito estaba más que justificado. El Real Madrid acababa de endosarle un 4-0 al Borussia Mönchengladbach, remontando así el aparentemente inalcanzable 5-1 encajado en tierras alemanas en el partido de ida. Después de aquel resultado adverso, en el viaje de vuelta a Madrid, los blancos, con Juanito y Camacho a la cabeza, se conjuraron para conseguir voltear la eliminatoria en el Bernabéu. Eran los tiempos de las remontadas blancas (el año anterior ya habían remontado un 3-0 al Andertlech y un 2-0 al Inter). Los tiempos del miedo escénico -Vadano dixit-, cuando noventa minuti en el Bernabéu eran molto longos -Juanito dixit-.

El partido de vuelta de la eliminatoria fue un ataque continuo e intenso por parte del Madrid, que no cesó hasta que, cuando los noventa minutos agonizaban, Santillana cazó una pelota en el área pequeña y marcó el 4-0. Fue entonces cuando Luis Molowny, con la intención de perder el poco tiempo restante, decidió cambiar a Juanito -inmenso durante los todo el encuentro- por Martín Vázquez y fue en ese momento cuando Juanito tuvo su explosivo ataque de alegría.



La imagen sigue dando vueltas en mi cabeza porque no puedo evitar comparar esa celebración natural e irreprimible con las celebraciones de diseño que pueblan hoy los campos de juego. La felicidad espontánea de Juanito contrasta con los besos a los anillos, los pulgares en la boca, el vaivén de brazos que simulan acunar un bebe imaginario, los corazones dibujados al aire y demás gestos que acaban convirtiendo la celebración de un gol o una victoria en un teatro premeditado. Todo ello, naturalmente, amplificado por los medios de comunicación, entusiasmados por rellenar horas de supuesta información con este tipo de banalidades triviales.

El momento del gol o la victoria debe ser un momento de alegría franca y desenfadada. Hace dos décadas se marcaba un tanto y el equipo entero corría a abrazarse en una improvisada melé; ahora el goleador a menudo pide a sus compañeros que se aparten de su camino y sólo después de concluido su particular circo permite el abrazo y la felicitación del resto del equipo. El fútbol de élite era antes más puro y espontáneo, más parecido al que juegan los niños en el patio de colegio. La amplificación que los medios hacen ahora de todo lo que pasa en el campo ha pervertido en cierto modo esto. El futbolista se sabe observado por las cámaras y representa un papel. Deja de ser deportista para convertirse en actor.

No tengo claro cuándo empezó todo esto, cuándo la alegría salvaje imposible de impostar dio paso a las celebraciones premeditadas y ensayadas. Mi teoría es que el punto de inflexión se produjo en 1994, cuando, en los cuartos de final del Mundial de Estados Unidos que disputaban Holanda y Brasil, Romario, Mazinho y Bebeto celebraron un gol de éste último simulando acunar al recién nacido hijo del ex-jugador del Deportivo. La simpática imagen tuvo lugar en el momento oportuno -cuando el fútbol empezaba a convertirse en un fenómeno mediático de primer orden- y en el lugar oportuno -ningún escaparate mejor que la gran cita mundialista-, dando la vuelta al mundo y sirviendo de modelo para hordas de imitadores que desde entonces se afanan en buscar la celebración más original. Uno no puede evitar echar de menos las antiguas celebraciones, desprovistas de la estudiada coreografía de las de hoy en día. Sería bonito recuperar ese espíritu, porque ese también es el espíritu de Juanito.

4 comentarios:

Spender dijo...

Totalmente de acuerdo. En mi retina, el puño levantado de Satrustegi...

tunde dijo...

Hombre, sigue habiendo celebraciones muy espontaneas hoy en día, aunque sí que es cierto que son menos y se reducen a cuando el gol es realmente valioso o inesperado. De hecho, lo que le da más valor a la celebración de Juanito es que se produce con la sustitución, no con el gol. Es genial.

En cuanto a celebraciones diseñadas, recuerdo también algunas entre Roberto Carlos y Seedorf allá por la época de Capello. Recuerdo una, pelín absurda, que consistía en chocar la mano, prolongar el movimiento más allá y acabar cogiendo el pie (levantado por detrás) del otro, quedando abrazados de una manera bastante graciosa, no me preguntes por qué.

Saludos!

corduba dijo...

Tampoco es que se celebre menos a mi parecer, yo solo pienso que los futbolistas de ahora (salvo excepciones) son unos mariconetis en comparación a los de antes.

A_Rigal dijo...

Buenísima entrada, estoy de acuerdo en todo, incluido lo del Mundial '94. Creo que en el tema de las celebraciones gilipollescas es justo señalar a los brasileños, con especial odio hacia el perrito de Leandro y la cucaracha de Robinho.

Fantástico el vídeo de Juanito, no lo conocía.

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