El mundo de la música popular está lleno de tópicos aceptados por la mayoría a fuerza de ser repetidos una y otra vez, lugares comunes que acaban convirtiéndose en leyendas y que nadie se atreve a contradecir por miedo a sufrir un linchamiento público o por pereza a investigar, a rascar un poco la superficie. Cuenta una de estas leyendas que Polly Jean Harvey, cantautora inglesa de 41 años crecida en el condado de Dorset, no ha publicado aún un disco malo desde que debutara en 1992 con 'Dry'. Ocho discos de estudio en casi dos décadas -recopilaciones y colaboraciones al margen-, todos ellos diferentes pero reconocibles, buscando en cada uno explorar nuevas vías, dar esquinazo a lo hecho anteriormente pero sin perder la estela de la inspiración. Todos grandes discos, jugosos y emocionantes; ninguno malo, aburrido o trivial. Cada nuevo trabajo suyo es recibido con alborozo por crítica y público. Eso cuenta la leyenda.
Esta leyenda cuenta que 'Dry' (1992) fue un puñetazo en la mesa del rock entonces conocido como alternativo. A su lado, el estruendo montado por sus coetáneas
riot grrrls no eran más que inofensivos fuegos de artificio. Lo suyo iba en serio. Rock descarnado, letras que aluden al amor y al deseo, guitarrazos contundentes y esa poderosa voz, ora amenazante, ora afligida. Un cóctel perturbador y seductor. Desde Patti Smith no se escuchaba nada igual. Una mujer haciendo rock sin complejos y sin necesidad de estar reivindicando su femineidad a cada momento. El disco siguiente, con Steve Albini a los mandos, fue la confirmación de un talento bestial. El comienzo de 'Rid of me' (1993), con Polly supurando deseo a voz en grito (
"lame mis piernas, estoy ardiendo"), es el presagio de un disco descomunal, duro y áspero, donde placer y dolor se dan la mano. Se terminaba de conformar el personaje de PJ Harvey, intimidante y sensual, tierno y lascivo. 'Rid of me' desbordó cualquier expectativa, pero también pudo poner el listón demasiado alto para cualquiera que viniera después, incluida ella misma.
Entonces fue cuando, siempre según la referida leyenda, PJ se reinventó por primera vez. Convencida probablemente de que el camino de 'Rid of me' ya estaba agotado, por insuperable, se acercó al melodrama con un disco de una intensidad insuperable, acaso inspirada por su entonces pareja Nick Cave. 'To bring you my love' (1995) lima las aristas de 'Rid of me' mediante una riqueza en arreglos que busca huir de la seca crudeza de su predecesor. Ya desde la portada, con Polly de rojo carmesí, se aprecia el cambio. El blanco y negro cede aquí su sitio a una gama de colores intensos. Parecía difícil igualar 'Rid of me', pero 'To bring you my love' consigue, cuanto menos, estar a la altura.
Tres discos mayúsculos en apenas cuatro años es un bagaje que haría temblar a cualquiera a la hora de dar el siguiente paso. En 'This is desire' (1998) Polly Jean intentó sacudirse el peso de sus anteriores trabajos, buscando en algunos cortes un acercamiento a la electrónica sutil tan en boga en aquella época. La leyenda dice que, a pesar de canciones como 'Angelene' o 'A Perfect Day Elise', el disco supone un ligero bajón en la ascendente carrera de la cantante. No obstante, 'This is desire' es una colección de canciones más que notable, pero carece del impacto, fuerza y cohesión de sus trabajos anteriores. Tras el pequeño -mínimo- tropezón, PJ Harvey editó su disco más pop. En 'Stories from the city, stories from the sea' (2000), escrito en parte e inspirado en Nueva York, Polly Jean abre las ventanas para ventilar y dejar entrar la luz, logrando un álbum de canciones redondas coronado por ese tremendo dúo con Tom Yorke, 'This mess we are in'. La angustia y opresión anterior cede aquí un poco y Polly Jean parece respirar. Y nosotros con ella. El cambio de siglo coge a la de Dorset en un estado de gracia fantástico. O al menos, eso cuenta la leyenda.
La misma leyenda que habla de cómo PJ Harvey dio una nuevo giro, volviendo a sus inicios de rock crudo y desgarrado con 'Uh huh her' (2004) -un disco notable a pesar de no alcanzar las cotas mayúsculas del lejano 'Rid of me'- y de cómo, en un viraje aún más acusado, aparcó la guitarra eléctrica y abrazó el piano disfrazándose de heroína romántica en el precioso 'White Chalk' (2007). Los gritos dejan aquí sitio a los susurros y las percusiones sutiles sustituyen a las baterías contundentes, conformando un álbum delicado e intimista. Bálsamo para nuestros maltratados oídos.
Continúa contando la leyenda que, en su octavo disco, 'Let England shake' (2011), Polly Jean ahondó en el territorio del álbum anterior, dejando un poco a un lado el piano y ayudándose del autoarpa -
un extraño instrumento de cuerda de la familia de la
cítara-, dando así una nueva vuelta de tuerca a su sonido. Habla la leyenda de la enorme riqueza instrumental y del compromiso político en las letras, destaca que el disco alcanza momentos de emoción sobrecogedores y señala que, aunque algunos fans añoran los arrebatos rockeros de 'Rid of me' o la luminosidad pop de 'Stories from the city, stories from the sea', todavía se sigue sin conocer un mal disco de PJ Harvey.
Como todo el mundo sabe, las leyendas poco tienen que ver con la realidad. Se trata,
según la RAE, de una relación de sucesos que tienen más de maravillosos que de históricos o verdaderos. Ocurre, sin embargo, que en ocasiones se obra el milagro y las leyendas se revelan como ciertas. Ocurre que en el caso que nos ocupa los sucesos extraordinarios que se narran son absolutamente verdaderos. Ocurre que, efectivamente, PJ Harvey tiene discos buenos, muy buenos y excelentes, pero no se conoce hasta ahora que haya editado un álbum mediocre. 'Let England shake' es, de momento, el último capítulo de una inmaculada trayectoria. La leyenda continúa.
1 comentario:
CHAPEAU.
Eso sí, creo que en ella está justificado mantener la leyenda, pero aunque ahora no diré otros grupos (porque a Thom Yorke no le gusta que lo nombre), el carácter de "tótem alternativo" a veces condiciona valoraciones demasiado optimistas.
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