El 'panenka' de Pirlo

Más de uno esperaba la ocurrencia de Mario Balotelli, el genio excéntrico (más lo segundo que lo primero, probablemente). A nadie le hubiera extrañado que al inestable delantero del Manchester City le diera por inventarse un penalti a lo Panenka en la decisiva tanda de cuartos de final, haciendo honor a su fama. Pero no, su lanzamiento, impecablemente canónico, fue ajustado al palo derecho de la portería defendida por Hart, que no pudo rozar la pelota pese a acertar al lanzarse a su derecha. La locura esta vez no la puso Balotelli, sino Andrea Pirlo. Sólo que no fue una locura. Sabía bien lo que hacía.

Lanzar un penalti al estilo Panenka requiere de un valor especial. No está demostrado que sea más ni menos efectivo que un lanzamiento buscando el palo o la escuadra, pero sí que la cara de gilipollas que se te queda si lo fallas es muy superior. Por eso es necesario un grado extra de audacia. O de inconsciencia. También tiene este tipo de lanzamientos, en mayor o menor medida, algo de vanidad, de intentar ingresar en la escogida nómina de jugadores que toman decisiones geniales en momentos cumbres, de buscar un hueco en la posteridad.

Sin embargo, creo que el lanzamiento de Andrea Pirlo tuvo un matiz diferente a la mayoría de panenkas. Dudo que el centrocampista italiano llevara en su mente de antemano lanzar el penalti así si se presentaba la situación. Tampoco creo que buscara un lanzamiento que lo catapultara para siempre a la historia del fútbol. Simplemente, estudió la situación y pensó que era la mejor solución. Con los suyos deprimidos por no haber sido capaces de superar a los ingleses al cabo de 120 minutos en los que se habían mostrado francamente superiores y a remolque en la tanda de penaltis merced al fallo de Montolivo, Pirlo intentó un golpe que volteara el estado anímico. Si el fútbol es, en gran parte, un estado de ánimo, Italia tenía un pie fuera de la Eurocopa antes del disparo del futbolista de la Juve. A Pirlo no le valía con meter el balón entre los tres palos y cumplir su parte del contrato, como a cualquier otro lanzador. Acostumbrado a gobernar los partidos desde su posición privilegiada en el círculo central, quiso variar también el rumbo de la tanda, usando la única arma a su alcance en ese momento. 

También debió de influir en la decisión del centrocampista italiano el desempeño de Hart en los dos primeros lanzamientos. El portero inglés se había lanzado en ambos muy pronto, intentando anticiparse al disparo y escogiendo un lado (el derecho en los dos casos) para estirarse al máximo e intentar llegar al balón, por muy ajustado al palo que éste fuera. Debió de sospechar Pirlo que el guardameta repetiría estrategia, cambiando de lado si acaso.

La mayoría de jugadores que ensayan il cucchiaio (así denominan los italianos a este tipo de lanzamientos de penalti: la cuchara) en una tanda de penaltis, lo hacen en el último lugar, buscando el disparo que certifique el título o la clasificación, el gol definitivo, el pasaporte a la eternidad. Pirlo lo ejecutó en el tercer lugar y tuvo una influencia en el resto de la tanda como yo no había visto jamás. Lo suyo no fue una ocurrencia, premeditada o improvisada, sino una decisión racional tras un estudio de las circunstancias. No buscaba la gloria personal, sino lo mejor para el equipo.

Como Pirlo había intuido, Hart se venció hacia la derecha demasiado pronto y el balón se elevó mansamente y botó dentro de la portería. La inercia había cambiado de pronto: a los ingleses les entraron las dudas (empezando por el guardamenta Hart) y los italianos creyeron en la victoria (¿cómo perder si tu líder hace algo así?). El resto fue cuesta abajo para la azurra: el pelotazo de Young reventando el larguero, la parada de Buffon a Ashley Cole y los goles de Nocerino y Diamanti ante un impotente Hart, que aún debía de estar pensando en lo que le acababa de hacer Pirlo.

(Foto: EFE)