España está aplastando a Yugoslavia
por 20 puntos arriba
El imperio contraataca – Los Nikis
Antonio Díaz Miguel colocó a sus tres bases a la cancha -Solozábal, Llorente y Corbalán- para jugar el último tramo de la semifinal contra Yugoslavia. Con franca ventaja en el marcador, el seleccionador español buscaba control, anestesiar el encuentro para que muriera lenta y dulcemente. No todos los días se gana una semifinal de Juegos Olímpicos y España estaba derrotando al equipo de Mirko Novosel en una segunda parte memorable. Al fondo, en la gran final, aparecía ya Estados Unidos.
El equipo español había llegado a los Juegos de Los Ángeles con la ilusión de conseguir una medalla. La ausencia, por motivos políticos, de la selección de la URSS y las actuaciones de la selección nacional en los últimos años (cuarta en los Juegos de Moscú 80, cuarta en el Mundial de Cali 82, finalista en el Europeo de Nantes 83) alimentaban la fundada esperanza. Con Estados Unidos inalcanzable, España tendría que pelear las otras dos medallas presumiblemente con Yugoslavia, Italia, Australia, Brasil y Canadá. El equipo lo formaban Solozábal, Corbalán, Llorente (bases), Epi, Iturriaga, Margall, Beirán, Fernando Arcega (aleros), De la Cruz, Fernando Martín, Romay y Andrés Jiménez (pívots). A última hora Díaz Miguel había prescindido del talento de un jovencísimo Jordi Villacampa para apostar por la veteranía de José Manuel Beirán.
La selección comenzó el campeonato con una sufrida victoria ante Canadá (82-83). Después, tres victorias claras frente a Uruguay, Francia y China, antes de afrontar el intrascendente último partido del grupo contra la poderosa selección de Estados Unidos. España aguantó muy bien durante la primera mitad (46-41), pero se desfondó definitivamente en la segunda (101-68, resultado final).El equipo español había llegado a los Juegos de Los Ángeles con la ilusión de conseguir una medalla. La ausencia, por motivos políticos, de la selección de la URSS y las actuaciones de la selección nacional en los últimos años (cuarta en los Juegos de Moscú 80, cuarta en el Mundial de Cali 82, finalista en el Europeo de Nantes 83) alimentaban la fundada esperanza. Con Estados Unidos inalcanzable, España tendría que pelear las otras dos medallas presumiblemente con Yugoslavia, Italia, Australia, Brasil y Canadá. El equipo lo formaban Solozábal, Corbalán, Llorente (bases), Epi, Iturriaga, Margall, Beirán, Fernando Arcega (aleros), De la Cruz, Fernando Martín, Romay y Andrés Jiménez (pívots). A última hora Díaz Miguel había prescindido del talento de un jovencísimo Jordi Villacampa para apostar por la veteranía de José Manuel Beirán.
En cuartos de final esperaba una selección australiana donde, a sus 19 años, ya empezaba a despuntar Andrew Gaze. Aunque el partido fue competido, la pareja Epi – Martín (25 puntos cada uno) lideró a España a la victoria por 101-93. El rival en semifinales sería Yugoslavia, selección que teóricamente era superior pero a la que ya se había vencido un año antes en el Europeo de Nantes. Los yugoslavos, que habían ganado el oro cuatro años antes en Moscú, ya no contaban con Slavnic, Delibasic o Cosic, pero aún tenían un gran equipo que combinaba la veteranía de Dalipagic con la madurez de Knego, Nakic y Radovanovic y la juventud de los hermanos Petrovic. Con 19 años, Drazen ya empezaba a hacer de las suyas.
Mientras al otro lado del Atlántico la selección española iba avanzando en la competición, a este lado cada vez eran más los aficionados que trasnochaban para seguir las evoluciones de los de Díaz Miguel a esas intempestivas horas. Los que se quedaron frente a la tele para contemplar el partido contra Yugoslavia asistieron a uno de los mejores partidos de la historia del baloncesto español. El resultado final fue 74-61.
La final contra Estados Unidos, disputada en el mítico Forum de Los Ángeles, escenario de tantas noches de gloria con protagonistas como Elgin Baylor, Wilt Chamberlain, Kareem Abdoul Jabbar o Magic Johnson, ya era un premio para los españoles. El equipo norteamericano estaba formado por jugadores universitarios (hasta 1992 no compitieron baloncestistas NBA en el equipo de Estados Unidos) que en breve se convertirían en estrellas de la mejor liga del mundo. Destacaba la tripleta formada por Michael Jordan, Chris Mullin y Pat Ewing (los tres repetirían experiencia olímpica ocho años después en Barcelona), tres superestrellas de la NBA durante la siguiente década y media. Completaban el equipo, bajo la dirección de Bobby Knight, Sam Perkins, Steve Alford, Vern Fleming, Joe Kleine, Jon Koncak, Alvin Robertson, Wayman Tisdale, Jeff Turner y Leon Wood, al que recordarán los aficionados de la ACB por su paso por el CAI Zaragoza.
Hay que recordar, para los aficionados más jóvenes, que el baloncesto americano universitario (ya no digamos la NBA) y el baloncesto FIBA habitaban entonces en dos universos completamente diferentes, que apenas se cruzaban. Se trataba del mismo deporte, pero jugado de manera diferente. La intensidad con que podían jugar los americanos era desconocida en Europa y el físico estaba a años luz. Acudiendo siempre con jugadores universitarios, Estados Unidos había vencido en todas las ediciones olímpicas, salvo en la polémica final de Munich, donde fueron vencidos por los soviéticos. Así pues, la victoria española en la final de Los Ángeles era algo que ni siquiera se contemplaba. Sólo Díaz Miguel repetía a quien quisiera escucharle que aquello no era una utopía, pero es de suponer que ni siquiera sus jugadores creían en ello.
Estados Unidos había despachado la primera fase con derrotas contundentes (ninguna por debajo de los 20 puntos y alguna, como contra Francia, superando los 50 puntos). En cuartos de final habían derrotado a Alemania y en semifinales a Canadá, en dos victorias cómodas pero sin resultados excesivamente abultados (78-67 contra Alemania y 78-59 frente a Canadá). El objetivo de los españoles debía ser aguantar un resultado parejo un poco más que en el encuentro de la fase previa, donde hasta el descanso se había mantenido una relativa igualdad. Sucedió al contrario. España, excesivamente acomplejada y falta de garra y ambición, fue desarbolada en el primer tiempo. Al término de los primeros 20 minutos ya perdía por 23 puntos (52-29). El segundo periodo fue más igualado y el marcador definitivo resultó 96-65. Tampoco importaba demasiado el resultado: pocos minutos después, los 12 baloncestistas españoles se colgaban la medalla de plata, flanqueando en el podio a los Jordan, Ewing, Perkins y Mullin. Se trataba del mayor logro en la historia del baloncesto español.
24 años después de la final de Los Ángeles, España y Estados Unidos se volvieron a cruzar en otra final olímpica, esta vez en Pekín. En 2008 los complejos hacía tiempo que habían quedado atrás y los Navarro, Gasol, Ricky y Rudy, sucesores de Epi, Martín y Corbalán, plantaron cara y a punto estuvieron de sorprender a un equipo formado por superestrellas de la NBA como Kobe Bryan, LeBron James, Dwayne Wade, Jason Kidd o Carmelo Anthony. Los tiempos habían cambiado.
A rebufo de la medalla de Los Ángeles, el baloncesto en España experimentó un rápido crecimiento. Aquellas madrugadas insomnes de agosto habían servido de caldo de cultivo para una nueva afición. Mientras los patios de los colegios se iban llenando de canastas, las paredes de los niños ochenteros compartían a Butragueño con Fernando Martín y a Zubizarreta con Epi (más tarde, de la mano de Ramón Trecet y su Cerca de las estrellas en TVE, llegarían los pósters de Magic, Jordan y Bird). El baloncesto se situó como indiscutible segundo deporte del país e incluso, durante un breve espacio de tiempo, hubo quien pensó que podría alcanzar en popularidad al fútbol. Eran tiempos en que las canastas rivalizaban con las porterías, tiempos de carruseles radiofónicos dedicados exclusivamente al baloncesto. Como todas las burbujas, la del baloncesto también se pinchó. Mientras duró fue bonito.
Partido completo en RTVE.es a la carta
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1 comentario:
Yo fui, compa George Best, uno de esos insomnes de Los Ángeles que gozó brutalmente con las andanzas de aquella mítica selección; la de ahora se mueve en un contexto de 'deporte español ganador' que no tiene nada que ver con la de Díaz-Miguel, un faro de luz en la oscuridad de la derrota permanente (lo del 'jugamos como nunca, perdimos como siempre', que solía ser cantinela habitual). Veremos qué pasa en Londres, pero tengo la impresión de que se está vendiendo una burra (la de la supuesta igualdad con el equipo USA) que no se sostiene (y no es algo que tenga que ver con la abultada derrota de anoche). En fin...
Un abrazo y buen día.
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