Todo empezó, como tantas cosas en
esta vida, con una conversación entre dos amigos, con una apuesta que en un
principio debió de sonar a fanfarronada. Durante un día de pesca, entre trago y
trago, Howard Hawks aseguró a su amigo Ernest Hemingway ser capaz de realizar
una gran película con la peor de sus novelas. La peor, a juicio del director,
era una obra corta titulada Tener y no tener, la historia de un marino que,
acuciado por problemas económicos, resuelve dedicarse al contrabando.
Quizás en las manos de otra actriz,
la Marie Browning
resultante habría sido diferente. Para el papel el estudio decidió reclutar a
una chica nueva y llevar a cabo una formidable campaña de lanzamiento, táctica
muy de la época. Terminaron eligiendo a una tal Betty Bacall, una joven delgada
y sexy que la mujer de Howard Hawks había descubierto en una revista de moda.
Betty pronto se convirtió en Lauren y el resto es historia.
Bacall nos cautiva desde su primera escena, cuando aparece
apoyada en el quicio de la puerta de la habitación de Steve con un cigarrillo
en los labios, reclamando una cerilla con esa voz ronca y sin embargo tan
terriblemente sensual (véanla en VO, por favor). A la primera caída de párpados
ya nos ha enamorado a todos. A la tercera, Bogart dejó a su mujer y le pidió
matrimonio. Dijo Howard Hawks más tarde que Bogart no se había enamorado en
realidad de Bacall, sino de su papel en la película, por lo cual ella tuvo que
seguir siendo Marie Browing durante el resto de su vida. Puede que en boca de
Hawks hablaran los celos: al parecer él tenía otros planes para la joven
promesa rubia. Despechado, cuentan que el director tuvo un affaire durante el
rodaje con la bella Dolores Morán, que tenía un papel secundario en el film.
Como premio de consolación convendremos que tampoco está mal. Bogart y Bacall
hicieron otras tres películas juntos (El sueño eterno, La senda tenebrosa y
Cayo Largo), lucharon contra la infamia maccarthista, tuvieron dos hijos y
comieron perdices durante trece años, hasta que un cáncer se llevó a Humphrey
en 1957.
Como sucede en Casablanca, la frase más célebre de la película nunca existió. Si en la cinta de Curtiz nadie pronuncia la celebérrima “tócala otra vez, Sam”, en Tener y no tener no existe la frase “si me necesitas, silba”. Lo que Bacall dice, mientras abandona la habitación de Bogart (gran parte de lo mejor de la película transcurre en el hueco de esa puerta), es: “Sabes silbar, ¿verdad, Steve? Solo tienes que juntar los labios y soplar” ("You know how to whistle, don't you, Steve? You just put your lips together and blow"). Dicho esto, sale por la puerta y Steve se queda intentando juntar los labios con cara de idiota.
Cuando se casaron, Bogart regaló a su esposa una pulsera con un colgante de oro en forma de silbato y una inscripción: “If you want anything, just whistle” (si quieres algo, silba). Es muy posible que ahí naciera la leyenda de la frase.
Hawks ganó la apuesta a su amigo Ernest, aunque hizo algo de trampa (transformó completamente la historia, de modo que el film terminado apenas conserva el arranque de la novela), Bogart y Bacall conocieron al amor de su vida y el cine ganó una obra maestra. Todos contentos, incluso Hemingway, que perdió la apuesta pero debió de obtener un buen pellizco en derechos de autor. Y los espectadores ganamos la mirada más sensual, la mejor caída de párpados de la historia del cine, que es tanto como decir de la historia. Y más de uno se quedó para siempre intentando juntar los labios con cara de idiota.
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Recupero este texto, publicado originalmente en Dentro de la Sala el 30/7/2014, para rendir homenaje a Lauren Bacall, fallecida ayer a los 89 años de edad.
1 comentario:
Que tal titulo... pero bueno son formas de ver las cosas...
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